Capítulo I. Bloque 1: PAREJAS INFIELES. Ábaco detectives Valencia.

Esperamos que disfrute la lectura de nuestra novela.La realidad supera siempre a la ficción. Había leído en una de esas revistas que permanecen incólumes en cualquier sala de espera, cierto estudio de algún mengano. Las conclusiones venían a decir algo así como que, la televisión tenía un efecto disociativo sobre las capacidades mentales, destruyendo la capacidad de la persona de realizar una actividad cognitiva crítica. O lo que es lo mismo, la televisión hace a las personas incapaces de pensar de modo racional. El medio era distinto y el motivo también, pero yo me sentí del mismo modo al escuchar en la radio la noticia de la detención de María, una muy buena amiga y colega de profesión. María no pertenecía a mi grupo de detectives de Valencia, ella ejercía en  Barcelona, y allí le había sorprendido la tormenta. Una investigación acerca de una supuesta compra de datos privados, en la que la habían imputado. La estupefacción no me impidió dudar de la veracidad de la acusación. De todas formas, los medios suelen pecar de darle un eco sensacionalista a toda noticia que les permita tener algo más de “share”.

Una llamada me sacó de mi estado de catatonía inducida por la noticia, la vigilia y el calor. En ese orden.  Un trabajo de máxima urgencia reclamaba mis servicios a través de una voz desconocida con palabras ya escuchadas. ¡Qué novedad! Todo es urgente cuando se trata de uno mismo. Lo despaché con la maestría aprendida, no sin antes asegurar que le llamaría para concertar cita lo antes posible. Me prometí recordarlo, pero no me creí.

La espera se había dilatado durante algo más de tres horas, era el segundo servicio tras cuatro horas intimando con una farola. El mediodía era el verdugo del polígono donde me encontraba, y su arma un sol tozudo del que no podía escapar por razones logísticas. La puerta del hotel Ares se había convertido en el obsesivo objeto de mi mirada, mientras esperaba la llegada del informado.En aquel momento me encontraba dentro de mi pequeño Kia blanco, convertido en horno, con las ventanas cerradas y a punto de fenecer por la temperatura y la falta de oxígeno. Esto era así porque el enorme matorral bajo el que me encontraba, me obligaba a mantener todo cerrado, agitándose sospechosamente.

Esperaba la aparición de un marido promiscuo de hábitos regulares, y al parecer de buena chequera. Se citaba con mujeres distintas en días alternos, en el mismo lugar.Seguramente le harían descuento por fidelidad… al servicio.

La ruta comercial que hacía todos los días era demasiado previsible como para encarecer el servicio con horas inútiles, aun a riesgo de reducir la minuta. Decidí esperarlo en el mismo lugar donde terminaba las mañanas alternas, el hotel Ares se había convertido con la falta de clientela, en un lugar habitual para las parejas infieles en busca de seguro refugio. Pero aquel día se retrasaba y el coche era una olla a presión.

La acompañante solía bajar en la puerta del hotel mientras él aparcaba, aquella ocasión no fue distinta. Por suerte, la señora meretriz tuvo a bien esperar a su cliente en el portal, lo que me permitió una perfecta grabación de otro acaramelado encuentro.

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