Mujeres detectives en España: investigadoras privadas pioneras (II)

Aunque las agencias de detectives tienen ese aura misteriosa y glamurosa del cine, lo cierto es que se puede reconstruir su historia con la prensa. Sus servicios se anuncian en los faldones e incluso en las menos brillantes secciones de anuncios por palabras de las cabeceras que se pueden encontrar en Prensa Histórica del Ministerio de Cultura o en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España. «Las señoritas detectives y los agentes internacionales de la Agencia Hispania de Policía Privada lo descubren todo», prometía así el anuncio de una de estas agencias en 1914.

¿En qué y cómo trabajaban estas señoritas detectives? Los anuncios dan algunas —aunque escasas— pistas. La Agencia Internacional promete, también por esas fechas, que sus mujeres detectives hacen «vigilancias privadas». Las señoritas también hacen pesquisas. José Luis Ibáñez ha conseguido en su libro más detalles sobre en qué consistían exactamente esas vigilancias gracias a los casos judiciales de la época. Su trabajo era similar al de los detectives hombres, que observaban y tomaban notas de qué ocurría. Alguna agencia, añade, insistía en sus anuncios en que sus detectives eran «señoritas distinguidas».

Aunque hoy nos vendría muy bien un reportaje siguiendo a alguna de estas pioneras detectives, los artículos que las sitúan como protagonistas absolutas son escasos. En 1914, cuando aparecen en Madrid las primeras señoritas detectives, una columna en El Tiempo insiste en esa idea de que las mujeres pueden llegar a áreas que los hombres no pueden alcanzar. También, eso sí, concluye que serán más hábiles extrayendo información porque para lograrlo solo tienen que enamorar a sus investigados.

Mucho peor es la visión que aporta el conservador Heraldo Militar, donde su columnista está harto de las mujeres «que quieren desempeñar cargos masculinos». «Y para terminar, yo aconsejaría a esas jóvenes que busquen novio, y que se casasen, y que después, ante una cuna, en la que habría un chiquillo muy mono, cantasen», indica, poniendo el estribillo de Que viene el coco como máxima aspiración femenina posible a resolver misterios.

El único reportaje que realmente parte de lo que hacen las mujeres detectives es el que publica Crónica en 1934. Nunca identifican, por razones obvias, a la detective, que lleva 8 meses trabajando en una agencia de Madrid y que investiga, sobre todo, a maridos infieles. Su trabajo consiste en seguirlos allá donde vayan para comprobar si lo que sospecha su mujer es o no cierto, para lo que se disfraza con lo que sea necesario y va a donde sea preciso, cabarets incluidos.

LA DETECTIVE MÁS FAMOSA DE LONDRES

Las señoritas detectives no solo se quedaban entre las piezas anónimas de la plantilla de las agencias de principios del siglo XX. A veces, como en las novelas de misterio, eran ellas las grandes protagonistas. José Luis Ibáñez ha identificado a la primera detective que tuvo su propia agencia en España. Se llamaba Carolina Bravo y montó en los años 20 una agencia en Barcelona, que prometía lograr informaciones tanto en el país como en el extranjero. Poco más se sabe de ella: el ensayista le pierde la pista en 1926, cuando sus anuncios en prensa desaparecen.

Aunque para saber más sobre estas líderes pioneras, el mejor ejemplo es el de Maud West, la más popular lady detective en el Londres que va de 1905 a finales de los años 30. Maud West era una presencia habitual en la prensa de la época, no solo en la británica, con sus anuncios y reclamos, sino también en la de otros países en la que publicaba artículos en los que contaba sus investigaciones. La Maud West de la prensa parece casi un personaje más de la novelesca edad dorada del crimen, pero era una persona real, como ha demostrado Susannah Stapleton en The Adventures of Maud West, Lady Detective. Stapleton ha peinado archivos y seguido pistas inesperadas para descubrir quién era exactamente la detective.

Sus descubrimientos ayudan a visualizar cómo eran esas pioneras señoritas detectives. West era, al fin y al cabo, una de muchas mujeres que trabajaban como detectives en la época. Fue una, además, que supo crear una imagen pública ajustada a lo que se esperaba de una investigadora, siempre rodeada de peligros y altamente ingeniosa. En su agencia trabajaban varias personas, que investigaban cuestiones tan poco glamurosas como infidelidades para lograr divorcios.

Maud West posiblemente se hizo detective porque era una profesión que le permitía acceder a una fuente de ingresos y sostener así a su amplia familia: tenía un marido que trabajaba para ella y, mientras resolvía misterios y crímenes, tuvo seis hijos.

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  FUENTE; Yorokobu  Raquel C. Pico          Imágenes: Biblioteca Nacional de España

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